lunes, 27 de noviembre de 2006

Sociología: Sea excelente... ¡suicídese!

Todos aquellos que hemos pisado las universidades durante los últimos diez o quince años, por lo menos en mi país, recordamos con alegría una materia llamada "Calidad Total", o "Cultura Empresarial" o algo parecido, sobre todo en universidades privadas.

Kaizen (mejora continua). Just in time (justo a tiempo). Cero defectos... estos son algunos de los temas que veíamos. Nos hablaban de los "gurús" de la calidad, y muchos de nosotros imaginábamos a un sujeto misterioso en un bosque o pantano (Algo así como Logrei, el chamán que salía en "Los Ewoks") que nos daría las claves para convertirnos en un hot shot, es decir, un casi recién egresado ejecutivo que a los veinticinco años gana más de lo que alguna vez llegó a ganar su padre (y eso que el señor tenía para pagarle la universidad al hijo). O por lo menos en un gerente o director de algo.

Nos contaban también muchos cuentos edificantes, por ejemplo, aquel en el que una empresa norteamericana hace un pedido a una japonesa otorgando un margen de tres productos defectuosos dentro de los mil que encargaron; al recibir el pedido, los gringos encuentran mil productos excelentes y tres defectuosos con una nota (seguramente en gringo) que decía: "No sabemos por qué nos pidieron los tres productos defectuosos, pero se los mandamos en esta bolsita para lo que les sirvan, atentamente, los japoneses." Otra historia se da en cada salón, en cada universidad, en los primeros días del semestre, a propósito de un estudiante que llega tarde: el maestro lo deja entrar, pero aprovecha (no lo puede evitar) para criticar la impuntualidad del mexicano en comparación con la manía de alemanes y japoneses por llegar exactamente a la hora. El profe mira por la ventana y piensa: Soy didáctico, soy excelente.

Acabo de recibir un mail de una persona que ni siquiera conozco que en lugar de su nombre pone Soy_Triunfadora. Le agradezco mucho la intención, seguramente quiere lo mejor para el país y por eso me envía una presentación del director (o dueño) de Yakult en la que se dedica a comparar la cultura mexicana con la japonesa para explicar por qué Japón tiene una productividad hiperbólica y hasta los perros tienen una laptop, mientras que en México seguimos tomando caguamas en la banqueta. Utilizando mi derecho a expresarme, considero que esta presentación es una mierda, ya que, aunque los japoneses anden vacacionando por todo el mundo con sus cámaras y su ropa cara, su índice de suicidios sigue creciendo: en el país de los samuráis y el sake, del Bushido y el Honor, es 4.5 veces más probable que sus ojos rasgados se cierren para siempre por causa propia que por un accidente de tránsito. Si no me cree, vea usted esta liga. O esta otra.

En algunos casos en los que se ha conocido la causa, se supone que el sujeto se ahorca o se avienta al metro por problemas financieros, por estar desempleado, por haber deshonrado a la familia, etc. Culturalmente, el japonés tiene una educación rígida, obsesiva, marcada desde la cuna hasta la tumba por el "deber ser". Allá es importante el qué dirán, el honor, el cumplir con las expectativas, etc. Sólo así se explica la efervescencia económica que tuvieron después de la Segunda Guerra Mundial: supieron acomodar el carácter nacional para que, en lugar de tener una colección complicadísima de reglas sociales estúpidas, toda esa energía se pusiera al servicio de la productividad, cambiaron sus ataduras de la tradición al progreso material para poder competir con occidente y subsanar la humillación nacional. Los samuráis deshonrados se hacían el famoso harakiri, el día de hoy, el heroísmo empresarial los hace quitarse la vida de maneras mucho menos elegantes.

En el fondo de todo esto está la comparación. Me comparo con el vecino, y como él tiene más dinero, honra más a su familia, por lo tanto es más honorable que yo. Pierdo mi trabajo (a pesar de que le entregué a la empresa mis mejores años), y la decepción familiar se une con el innegable sentimiento de engaño. Antes muerto que sencillo. Es probable que los japoneses se suicidaran menos si lograran convertirse en occidentales en todos los aspectos, o si el mercado global tuviera alguna consideración por sus preocupaciones provincianas, también si lograran "realizar todos sus sueños", pero el hombre, por regla general, sueña mucho más de lo que puede lograr en realidad.

Estas filosofías de la calidad no son más que juegos de palabras, hechizos, lavado de cerebros para que el empleado trabaje más y más y le entregue su vida a la empresa. Se supone que al final va a saborear el éxito, la riqueza, el sentimiento de haber cumplido con la sociedad, de haber hecho felices a sus padres, etc. La verdad es que el único beneficiado es el empresario, junto con todos los sofistas y creadores de artificios verbales con los que ganan un montón de dinero a costa de la buena voluntad de los crédulos. Pero resulta que un 33% de los suicidios en Japón durante 2003 se dieron entre personas de más de 60 años... como mostró Erik Erickson en los tiempos en que los psicólogos todavía trataban la psique, a esa edad uno se empieza a preguntar si su vida valió la pena, en un conflicto que Erickson llamó "integridad contra desesperación". El éxito de un país o una persona debería medirse en su nivel de felicidad, pero esto no es cuantificable; sin embargo, es escandaloso y hasta contrario al sentido común el que se tome como modelo un país donde la gente prefiere estar muerta.

La verdad es que mi padre me llamaba "perdedora" de niña, y por eso ahora lo compenso con una existosa carrera que en el fondo odio profundamente, pero me sirve para aplastar a los malditos hombres, que siempre me hacen sufrir. Cambiaría todo por una buena cogida.

miércoles, 8 de noviembre de 2006

Bloggin': Video "Todos somos Oaxaca"



Más que video es una sucesión de fotografías y texto; vale la pena ir poniendo pausa para que dé tiempo de leer.