lunes, 23 de abril de 2007

Ecología: La Joyita, Xalapa

No sé si lo soñé, pero me parece haber visto hace poco un anuncio de una película en la que unos gringos tienen que salvar al Sol, porque se iba a apagar. Cuando era niño, leí una descripción sobre el Sistema Solar en la que, para comprender las dimensiones, se reducía la Tierra a un diámetro de 10 cm., y el resto del sistema en la misma proporción. Si la Tierra midiera diez centímetros, la Luna quedaría como una canica de 2.5 cm. de diámetro orbitando más o menos a un metro de distancia, el ex-planeta Plutón estaría a 46 kilómetros de distancia y así. El sol sería una esfera incandescente de once metros de altura. Al ver lo de esa película, yo me imaginé a unas criaturas microscópicas que tienen problemas para recorrer un metro en artefactos antiestéticos tratando de evitar que se termine un incendio termonuclear en una casa de cuatro pisos a novecientos y tantos metros. En ese mismo libro, se hacía también una conversión temporal: los 4,500 millones de años de vida de la tierra eran reducidos a un siglo. Resultaba, entre otras cosas, que los dinosaurios se habrían extinguido en los años ochentas, que el hombre primitivo había aparecido en el año 97, y que el Apolo 11 había ido a la luna cuatro segundos antes de terminar esos cien años. Esto es nada más para dar una idea general del tamaño de nuestra megalomanía de especie.
Por reacción, la revolución industrial originó una conciencia ecológica. Con las armas nucleares, no faltó quien dijera que con ellas podríamos "destruir la tierra". Se ha dicho también que el siglo XXI sería el siglo de la ecología. En los últimos años, el calentamiento global del planeta ha sido tema favorito de ecologistas, adolescentes, periodistas sin tema y publicistas sin imaginación (Ver el botoncito de Hard Rock Café). La consigna es "¡Salvemos la Tierra!"
Ahora bien, creo que la Tierra no necesita ser salvada, y mucho menos el Sol. Las cucarachas llevan 300 millones de años sobre la tierra, con apenas unos cuantos cambios evolutivos. El hombre era poco más que un simio hace dos millones de años. Aprendió a escribir hace seis mil años, y lleva "destruyendo la tierra" apenas unos doscientos. Es ridículo pensar que podríamos destruir la tierra, aunque nos lo propusiéramos, o incluso si los fanáticos religiosos (Estados Unidos y Medio Oriente) echaran sus bombas nucleares al mismo tiempo sobre Groenlandia.
El planeta se está calentando: es fiebre. No somos más que una gripa de Gaia. La reacción natural de un organismo ante los agentes patógenos es elevar su temperatura para cocerlos y que lo dejen de estar chingando. Soñamos con destruir a la tierra, pero lo más que podríamos hacer es conseguir que ella acabe con nosotros.

Un amigo acaba de ir a Xalapa a manifestarse en contra de la destrucción de un predio arbóreo que se llama "La Joyita". Los dueños del lugar ya le vendieron un pedazo a Wal Mart para que construya una de sus horrorosas tiendas en donde ahora hay arbolitos y buena vibra. Yo lo voy a acompañar el próximo fin de semana, pero no para salvar a la tierra, sino porque quiero evitar que ella me destruya a mí por culpa de la avidez de las corporaciones.

Nosotros matamos a los dinosaurios.