Sociología: ¿Está bonita tu novia?
Me levanté, bajé las escaleras, y tardé algunos segundos en adaptar el foco a la realidad para notar que las figuras alargadas y rosas que se deslizaban por el comedor eran mis sobrinas (con patines nuevos que, después de algunos meses de mentiras y manipulaciones, les habían comprado sus padres, incapaces de decirles: “si no haces lo que yo digo no te voy a comprar nada en navidad”). Estaban de visita, una vive en Puebla y la otra en México.
Al verme rodaron para abrazarme. Estábamos los tres sentados en un sillón, o más bien yo estaba sentado en el sillón y ellas encaramadas en mí: Karla tiene siete, Elsa nueve. Mi madre comentaba cómo en la mañana alguien había estado corrigiendo a la hija de la vecina, que decía “bianco” por “blanco”; ante la insistencia del adulto educador, la nena de cinco años mejor había dicho “white”. Al escuchar esto le pregunté a Karla cómo se decía “carro” en alemán, pues ella está en el colegio alemán Alexander Von Humboldt, donde les enseñan inglés, alemán, Santa Clos, etc. Me dijo algunas frases y corrigió mi pronunciación sin dejar de reír. Antes de irnos a la calle a patinar, tuvimos una conversación interesante:
Karla: Oye tío, ¿Tienes novia?
Yo: Sí.
Karla: ¿Cómo se llama?
Yo: Se llama G.
Karla y Elsa: ¿Y ya se besaron el la boca?
Yo (algo incómodo): Sí.
Karla y Elsa: ¡Guácaaalaaa!
Karla: Oye, y ¿está bonita tu novia?
Yo: Sí.
Karla: ¿Tiene el pelo café?
Yo: No.
Karla (con renovada sonrisa): ¿Es güera?
Yo: No, tiene el pelo negro.
Karla (con suspicacia): ¿Es blanca?
Yo: No, es morena, y a mí me gusta mucho.
Karla (perdiendo la esperanza): ¿De qué color, de qué color tiene los ojos?
Yo: Negros. ¿Quieren ir a patinar?
Invadimos el patio de los vecinos, que no estaban, y les estaba diciendo a las niñas que en estos días podían buscar a Daria. Karla preguntó quién era Daria.
Elsa: Es la vecina de mi tío. Yo la conozco, tiene once años.
Karla: Oye, y ¿Es ne… morena?
Sería inexacto asociar esa manía cromática con el colegio ario. Mi hermana mayor es morena y de niña sufrió terriblemente, aunque nunca fue a una escuela alemana, y sigue sufriendo cada vez que prende la televisión. Mi vecina Daria es también morena, y su hermana de cinco años (la del "white") ya aprendió a atormentarla diciéndole negra, y eso que todavía no sabe hablar bien.
Sé que desde tiempos de Homero la belleza ha sido motivo de grandes movilizaciones: al ver a Helena, los ancianos dijeron que valía la pena una guerra por una mujer como aquella. Pero de lo que estoy hablando aquí es de racismo vulgar.
Lo que me llena de esperanza es que muchos de nuestros flamantes políticos estudiaron en las mejores y más caras universidades, no de México, sino del mundo. Supongo que en Harvard se les habrá quitado la costumbre del menosprecio, después de todo Estados Unidos es la tierra de la libertad, y ya desde los lejanísimos años sesenta la magnificencia anglosajona ¡hasta les permite votar a los negros, que son como animales!