miércoles, 28 de noviembre de 2007

Errata: meritocracia ajolotiana

Hace algunos días, reeditando la entrada “Gestos piadosos y sueldos de funcionarios”, me encontré con algo en lo que no había reparado desde entonces, algo que yo mismo escribrí. No se trataba, por cierto, de algo que me enorgulleciera; de hecho, mi primera reacción fue borrarlo y esperar (casi con toda seguridad) que nadie lo hubiera leído.

El día que lo escribí, durante otra reedición, había estado discutiendo vía messenger con un conocido. Este sujeto trabaja en el área administrativa de un organismo público, en un puesto bastante lucrativo que obtuvo por medio de algún conocido, y es militante del Partido Acción Nacional. El día de la discusión quise hacerle leer la entrada que estaba reeditando (la de los sueldos de los funcionarios) para pedirle su opinión. Ya en otras ocasiones le había mandado algunos mensajes en los que manifestaba mis impresiones sobre su partido, que desde luego no son muy positivas, y cara a cara le había hablado de mi rechazo hacia la clase política. Aunque en otras ocasiones él había demostrado madurez y apertura a la crítica, es posible que ese día se hallara en un estado de ánimo poco apropiado para recibir cuestionamientos, pues poco tardó en llenarme de insultos y descalificaciones: “eres un mediocre, un negativo, un "miscerable" (sic.) por gente como tú el país está como está, ponte a hacer algo por ti, tú no tienes el nivel para tener una discusión de este tipo, etc”; también me dijo que estaba mejor enterado que yo de "cualquier cosa que pasaba en este país". Guardé esta conversación para futura referencia. Debo aceptar que yo comencé con insultos fuertes hacia el partido y su gente (del tipo de "pendejos" e "ineptos"), y creo que mi amigo se lo tomó como algo personal; sin embargo, después de eso yo me limitaba a preguntarle si había leído la entrada, pero sabiendo que no la iba a leer nunca, le espetaba la conclusión: durante el gobierno de tu partido los sueldos de los funcionarios han aumentado y también ha aumentado el número de burócratas. Supongo que se tomó esto como algo personal, o su aparato de negación selectiva todavía es frágil, de manera que, al sentirse amenazado, comenzó su andanada de insultos, aderezados con contraargumentos como los que podría esperarse: “ganan lo justo”, “son puestos necesarios”. También dijo que la situación económica del país es mejor ahora que hace veinte años, que le preguntara a mi padre, pero como mostré en la entrada pasada, lo que dicen las cifras del Banco Mundial es lo contrario.

Desde luego que no me agradó recibir insultos de un sujeto como este. Sin embargo, tenía sentimientos encontrados, pues en algunas ocasiones se había prestado para escucharme mientras le contaba algunos problemas personales, a manera de confidente o amigo, así que me guardé la mayor parte de los comentarios hirientes que podía haber hecho. Pero al terminar de reeditar la entrada, todavía con el coraje por haber recibido ese trato (que por otro lado yo me busqué), escribí lo que al principio de la entrada comentaba: era algo así como que “lo que el gobierno necesita es gente preparada”. Hace unos días, cuando volví sobre la entrada, me di cuenta de que algo había pasado desde entonces, pues el comentario me parecía ahora chocante; o algo me había hecho cambiar de parecer, o sencillamente se me había ido la mano y había escrito algo con lo que no estaba de acuerdo ya desde entonces. El caso es que la palabra “meritocracia” me vino a la mente en ese momento, y tras un leve titubeo lo borré, esperando, como dije, que nadie lo hubiera leído.

Ahora bien, si regreso sobre esa idea es porque quiero utilizarla de ejemplo de cómo la ideología dominante, elitista y jerárquica, se enlaza a cada momento con los pensamientos de uno para hacerle decir cosas como esa, especialmente cuando el termómetro emocional está alto. La ideología está presente siempre, como un virus oportunista, y surge cuando se baja la guardia. Evidentemente, el gobierno no necesita gente preparada. Eso lo dije sólo porque el sujeto con el que discutía, como muchos otros con cargos oficiales, tiene como preparación una carrera trunca en un área que nada tiene que ver con lo que hace en el organismo ese, y en aquel momento me debió parecer una especie de vengancita el escribir eso en mi blog, como si esto lo pudiera hacer sentirse mal. Es evidente que ll gobierno no necesita gente "preparada" (debería utilizarse el término "con estudios"; conozco gente que los ha hecho y no está preparada para nada que valga la pena). Podríamos hablar de Luis Carlos Ugalde, ex-consejero Presidente del Instituto Federal Electoral, recientemente destituido de su cargo por no haber hecho respetar las leyes electorales en la pasada campaña para elegir al presidente de México; este individuo tiene doctorado en algo muy a tono con lo que se supone hace un instituto federal electoral, sólo que eso no le impidió ayudar para imponer a los más la voluntad de los menos.

No me siento capaz de decir lo que necesita el gobierno. Incluso estoy comenzando a dudar de que el gobierno se necesite ya para algo. Ahora que tiene cada vez menos credibilidad, ahora que es más claro su verdadero papel de títere de las corporaciones, ahora que se cobra plena conciencia de que la democracia es una de las mayores mentiras en este país de las mentiras...

jueves, 22 de noviembre de 2007

Economía: el país de la mentira (en construcción)

En el 2000, año de resonancias apocalítpicas, México vio un proceso que parecía ser la primera experiencia democrática en su historia. Por fin, contrariamente a lo que se había venido viendo desde 71 años atrás, el Partido Revolucionario Institucional no “ganaba” las elecciones. Todo el mundo sabía que ese partido manipulaba los procesos electorales y siempre se salía con la suya. En México, la palabra “político” traía a la mente la imagen de un sujeto corrupto, ladronzuelo, poderoso, dueño de grandes terrenos, empresas y mujeres hermosas. En contraposición a eso, el flamante Vicente Fox se enorgullecía de ser “un empresario”, y enarbolaba el estandarte de la Virgen de Guadalupe. Gran fiesta en México; la gente celebraba con él en el Ángel de la Independencia. Entre los muchos ofrecimientos que hizo en su campaña figuraba un cambio en la política económica “ni las políticas populistas, ni el dogmatismo del neoliberalismo” (Tomado del sitio www.vicentefox.net por Tello, 2006), decía en su campaña. Seis años después, Fox se veía obligado a dar su grito de independencia en San Miguel de Allende por la presencia de gran cantidad de “chusma” frente al Palacio Nacional, le era imposible presentar su último Informe de Gobierno a la manera tradicional, y Felipe Calderón, el segundo presidente del Partido Acción Nacional, era abucheado en pleno Zócalo de la Ciudad de México. Al año siguiente, él y su esposa se verían envueltos en escándalos por tráfico de influencias. En noviembre del 2007 se estrenaría un documental de Luis Mandoki titulado “Fraude” en el que se explicarían a detalle las irregularidades del proceso de 2006.

Asumiendo que el tráfico y el fraude fueran solo calumnias, ¿habrán hecho Fox y su partido alguna otra cosa para merecer ese rechazo? Se conoce como Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) a un estudio que el INEGI[1] viene efectuando irregularmente desde la década de 1950. En un informe presentado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL, 2006), el lector es enfrentado con la escalofriante suma de 48.9 millones de mexicanos viviendo en pobreza patrimonial (menos de $1,586 al mes en la ciudad, y $1,060 en el campo), eso es un 47% del total; para otro 24.7%, las cifras son $969 y $690 (pobres de capacidades); los pobres de alimentación, que son 18.2% del total de mexicanos, viven con $790 al mes, y $584 en el campo. Puesto que esas cifras son por persona, incluyendo niños, tenemos que un caso típico, digamos, una familia urbana de cuatro personas que vive en el nivel más alto de la “pobreza patrimonial”, debe solventar con $6,300 pesos al mes todos los gastos: alimentación, vivienda, ropa, educación, medicamentos, entretenimiento, regalos, vacaciones, accidentes, preservativos, reparaciones, gasolina, juguetes, teléfono, electricidad, agua, etc. Si sumamos los porcentajes, tenemos que 89% de la población vive en condiciones iguales o peores. Distinguir entre “niveles de pobreza” es tan absurdo como ilustrativo de hasta dónde se puede hurgar con el dedo en la llaga. La pobreza es la pobreza. Estos son los resultados de la ENIGH de 2005. 'Pero afortunadamente', parece continuar el comunicado del CONEVAL, la pobreza ha disminuido en los últimos años: de 2000 a 2005, la pobreza menos pobre (pobreza de patrimonio) se redujo de 53% al mencionado 47%, los otros dos rubros también parecen haber disminuido (para situarse en la escala de pobreza inmediatamente superior), y concluye el informe que “aunque la reducción en los niveles de prevalencia de la pobreza entre 1992 y 2005 es estadísticamente significativa, ha sido mayor a lo que el país requiere” (Ibíd.).

Sin embargo, algunos indicadores de desarrollo económico, como el PIB per cápita, el empleo y la inscripción de trabajadores en el IMSS en el periodo de esa “reducción en los niveles de prevalencia de la pobreza” (2000-2004), han motivado estudios sobre la confiabilidad de la ENIGH (Damián, 2007), pues muestran valores contrarios al crecimiento económico que se supondría detrás de esos resultados “estadísticamente significativos” de la encuesta; el análisis demuestra que no se tomaron en cuenta los cambios en la metodología de las diferentes encuestas, lo cual invalida el estudio como indicador de una evolución temporal de la pobreza, y como se mencionó, la existencia de “una gran inconsistencia de la información recabada por la encuesta, y otros indicadores económicos (como el PIB, el gasto social, el empleo, etc.)” (Ibíd.).

Pero continuemos con la buena voluntad; además de declarar inocentes de fraude a Fox y a su mujer (a pesar de las múltiples acusaciones), de considerar que las elecciones de 2006 fueron limpias (cada quien puede informarse por su cuenta), y concluir que la ENIGH está bien realizada (no somos expertos en metodología de la investigación), lo que no se puede negar es que una pareja que vive con $1,200 pesos al mes no vive en el campo, sino en la miseria, ni que así viven 19 millones de personas en México. 25 millones malviven con poco menos de mil pesos al mes. Cualquier disminución “estadísticamente significativa” de la pobreza, de ser real, no dice nada en los términos dolorosamente significativos de la realidad: sólo hace falta abrir los ojos y ver cualquier pueblo en las montañas de Guerrero, o las comunidades indígenas de Chiapas, o si no se tienen los recursos económicos para hacer el viaje, se puede tomar el camión y visitar las ciudades perdidas de una ciudad cualquiera para darse cuenta de lo que significan esas cifras. El lugar común "cincuenta millones de mexicanos viven en la pobreza" considera que no es pobre un hombre que debe sostenerse a él, a su esposa y a sus dos hijos adolescentes con seis mil pesos al mes. No es el 50, es el 90%.

¿Qué hicieron Vicente Fox y su gobierno para ganarse el rechazo de la población? Mentir sobre el fin de las mentiras. Fox “no propuso [a los otros órganos de gobierno], como prometió en su campaña, un cambio en el modelo económico. Siguió el mismo, aunque operado con menos talento y oficio” (Tello, 2006). Lo demuestran las cifras del Banco Mundial:

Por su parte, el Banco Mundial afirma que la pobreza en México se mantiene en niveles inaceptablemente altos y ofrece como estrategia de asistencia al País mayor endeudamiento a partir de 2004 y hasta el 2008. Y es que los niveles actuales de pobreza son similares a los registrados a comienzos de los años 90, hecho que muestra que los últimos 15 años han sido una pérdida en combatir esa condición que afecta a mas de la mitad de los mexicanos. Más del cincuenta por ciento de los habitantes del país son pobres, debido en gran medida a la gran desigualdad en los ingresos, la décima parte más rica de la población gana mas de 40 por ciento de los ingresos totales, mientras la décima parte mas pobre solo obtiene 1.1 por ciento. Además contribuyen a la pobreza la profunda desigualdad regional y étnica y las diferencias en cuanto al acceso a la salud, a la educación y a los servicios públicos de buena calidad. Según el mismo BM, alrededor de 53 por ciento de los 104 millones de habitantes están en esta situación, definida como un nivel de consumo por debajo de las necesidades mínimas de alimentos básicos y algunos otros bienes no alimentarios básicos.

Cerca del 24 por ciento de la población es considerada ‘extremadamente pobre’, es decir, con un ingreso insuficiente incluso para una nutrición adecuada.” (Vega, 2005)

En un mundo ajeno a la sierra y a la selva, en un penthouse en la ciudad de Nueva York, o sobrevolando el Mar Mediterráneo, un mexicano hijo de inmigrantes libaneses cuenta sus monedas de oro: es, oficialmente, el hombre más rico del mundo. Su fortuna asciende a $67,800 millones de dólares. Con esa cantidad de dinero viven otros 24 millones de mexicanos durante cinco meses.







[1] Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática.