Economía: gestos piadosos y sueldos de funcionarios
Ayer en la noche veía el programa de Denisse Maerker; invitó a Carlos Elizondo, investigador del CIDE, y a un funcionario del IFAI que también fue del CIDE, pero no me acuerdo de cómo se llamaba. Estaban hablando sobre los salarios de los políticos, estratosféricos, como es ya del dominio público gracias a las políticas de transparencia. Pero aquí no somos paleros de los gestos de buena voluntad, como esa famosa transparencia: los gestos son sólo gestos, apariencia, cosas de la caverna. Montones de expedientes sobre la pasada administración que no se van a poder abrir hasta dentro de no sé cuanto tiempo muestran que esa transparencia está medio translucida, por no decir opaca y hasta manchada. Y luego, puede que la información esté ahí, pero hace falta descifrarla para arrancarle verdades. En esta entrada vamos a presentar algunos datos interesantes sobre el manejo de los fondos públicos; se podrá ver cómo este gobierno de Dios, la Virgen de Guadalupe y esas cosas está compuesto por gente medio ratera, así a lo vulgar, aunque les guste presumir de elegantes (aunque desde luego no lo son).
Veamos algunas cifras. Según el INEGI, en 1990, las remuneraciones totales de la población asalariada se dividían así: 68% para el sector privado y 32% para el público. Para 2003, esas remuneraciones eran de un 64% para el sector privado y un 36% para el público; un aumento de 4% en las remuneraciones de la gente que trabaja en el gobierno, con la consiguiente disminución en las remuneraciones de la gente que recibe su salario de empresas privadas. En otras palabras, en 2003, dos terceras partes del total de la nómina registrada en el país sirvió para pagar los salarios de las 26.895.794 almas que trabajaban en el sector privado en ese año, y la otra tercera parte corresponde a los que trabajan en el sector público, que eran 4.785.331 en 2003. Si consideramos porcentajes, tenemos que el 15.1% de los asalariados (los que trabajan en el gobierno) se lleva el 36% de la lana, mientras que el 84.9% restante le toca el 64% (sector privado). Es decir, el 15% de la población no gana el 15% del dinero disponible en sueldos, sino el 36%. Hasta aquí vemos que, efectivamente, al que trabaja en el gobierno le va mejor de lana (Tablas No. 1 y 2).
Por otro lado, si ve usted las tablas adjuntas que pacientemente elaboró el Ajolote, verá que no sólo ha crecido el porcentaje que se lleva el gobierno a lo largo de los 13 años que contempla este breve estudio (Tabla No. 1), sino que el gobierno del cambio también ha sabido ir aumentando el salario medio de sus eficientes burócratas (Tabla No. 3): en 1990, el empleado de gobierno ganaba poco más del doble que el del sector privado, en 2003, poco más del triple.
Finalmente, se ha visto ya que por mucho que se gane más en la iniciativa privada (a niveles directivos, desde luego, porque no es lo que indican las cifras presentadas), por mucho que Fox haya sido el Director o Presidente de no sé qué coño de Latinoamérica, es evidente que el mayor atractivo de los puestos de gobierno no es el sueldo en sí, sino la posiblidad de hacer otros bisnes: desde darle preferencia a un vendedor de tortas o al otro (si me da la mía gratis) hasta conceder contratos multimillonarios al mejor postor. Y, desde luego, la mera satisfacción visceral de ejercer el poder. De esa forma, las reducciones a los sueldos de algunos funcionarios no son más que ejemplos de las típicas concesiones, los parches que se le van poniendo al sistema cada vez que se resquebraja por algún lado. Se reducen lo que roban con permiso del pueblo, para poder mantenerse en su posición y seguir robando por debajo del agua.